Nueva York, es Nueva York…Nueva York es la Estatua de la Libertad, Central Park, Wall Street, la Zona Cero, Times Square, Brooklin, Harlem, Bronx, Chelsea…Nueva York son rascacielos, taxis amarillos, luces de neón, turistas…Nueva York es un escaparate en el que Estados Unidos muestra al mundo su estado más cosmopolita y fashion, un escaparate donde las mujeres juegan a ser divas de la noche, un escaparate de consumismo navideño llevado al extremo, un escaparate donde los ejecutivos se juegan miles de millones de dólares cada día en una bolsa cuyos movimientos mantienen a todo el mundo en vilo, un escaparate de luz y color en el que los americanos muestran al mundo dónde, a su parecer, se encuentra el centro del universo.
Tras una semana de reencuentros con familia y amigos en Nueva York, aquí se termina nuestra aventura. Nueva York ha sido el punto y final a una de las mejores experiencias de nuestra vida. Parece mentira, pero ya han pasado 5 meses y 15 días.
Se hace difícil expresar con palabras todo lo que hemos vivido, porque a pesar de haber tratado de compartir con vosotros algunos trocitos de nuestro camino, la experiencia completa la llevamos por dentro. Porque solo nosotros mismos podemos ser conscientes de lo que esta aventura ha supuesto en nuestras vidas. Porque hemos pasado cientos y cientos de aventuras, cientos de miles de kilómetros, cientos de personas, cientos de sabores, colores y olores, porque hemos sido totalmente inseparables durante 133 días, 3.192 horas, 191.520 segundos…y porque tratar de expresar con palabras lo que en estos 5 meses y 15 días hemos vivido cada hora, minuto, segundo y milésima de segundo es inviable. Nos convertiríamos en abuelos cebolleta que nunca acaban de expresar con todas las luces y colores las batallitas de la guerra.
Sin embargo, a pesar de ser difícil explicar todo lo que hemos vivido, nos encanta recordarlo, nos encanta que nos preguntéis que os intereséis, porque solo así conseguiremos mantener vivo el recuerdo.
El recuerdo de aquel hostalito en el que aterrizamos en Estambul en el que no nos podíamos poner de pie. El recuerdo e impacto que nos causó la caótica Nueva Delhi. El recuerdo de la espiritualidad, luz y color que se respira en Varanasi, el recuerdo cada uno de los templos, fuertes y monumentos que inundan la provincia del Rajástan. El recuerdo del tan ordenado “caos” que se respira en India. El recuerdo de nuestra llegada a Bangkok, casa para nosotros en el Sureste Asiático. El recuerdo de la inmensidad y belleza de los templos de Angkor. El recuerdo de cada una de las sonrisas que nos regalaban los Camboyanos al pasar. Saturnino, aquel gallego que vive en Kazajastán. El recuerdo de los cientos y cientos de mutilados victimas de los Jemeres Rojos. El recuerdo de los grillos que degustaban nuestros compañeros de trayecto. La impactante llegada a la ciudad de Chau Doc al sur de Vietnam. Las odiseas vividas en cada uno de los autobuses que tuvimos que coger en Vietnam. El frescor primaveral que respiramos en Dalat. El recuerdo de la belleza natural de la Bahía de Halong. El recuerdo del museo de los horrores de la guerra de Vietnam. Jordi y Chus, nuestros compis de viaje en el norte de Vietnam. El recuerdo de Luang Prabang y nuestros paseos en bici explorando cada rincón de la ciudad. El recuerdo de aquel trayecto en bus en el que recorrimos 250 km en 8 horas. El recuerdo de Birmania, de cada una de las sonrisas de su gente, de sus miradas curiosas, de sus templos, los cientos de monjes pidiendo arroz a primera hora de la mañana, el recuerdo de Bagan aquella ciudad de cuento de hadas, el recuerdo de Inle Lake. Lyo nuestro amigo mejicano con el que compartimos aventuras en Birmania. El recuerdo de nuestra capacidad para adaptarnos a las situaciones límite en aquellas maravillosas playas de Tailandia, Oscar e Iris esos ibicencos que tuvimos el placer de cruzarnos en Ko Phi Phi, Frasco y Bea la pareja parejita de Almería con los que compartimos risas y una buena hamburguesa, el recuerdo de Kuala Lumpur esa ciudad en la que la selva se mantiene viva entre rascacielos, el recuerdo de las Gili Island esas islas paradisíacas en las que pasamos una semana buceando entre tortugas marinas y barreras de coral multicolor.
El recuerdo de Australia, el aterrizaje en el primer mundo, en el que pensábamos tendríamos todo y en el que empezamos a echar de menos nuestra querida Asia, sus koalas, canguros, ballenas…el recuerdo de Nueva Zelanda, sus montañas, valles, vacas, ovejas, glaciares, porque el sol brilla de manera diferente en Nueva Zelanda. Nuestra caminata por Mordor en la que nos sentimos sumergidos en un mundo de hobbits y elfos. El recuerdo del placer de saber donde dormiríamos cada día, nuestra autocaravana, la espectacularidad de la costa neozelandesa. Esos lagos de color turquesa, el verde de las praderas…Nuestra llegada a Estados Unidos, nuestros paseos por Beberly Hills, Hollywood, Santa Monica. El recuerdo de las Vegas, todas las luces neón que invaden la ciudad formando un circo en el que jugadores, bebedores, niños, padres, ancianos, gente normal y corriente acude en busca del paraíso de la diversión. El recuerdo de la inmensidad y espectacularidad del cañón del colorado, con sus colores rojizos que destacan con el azul del cielo. El recuerdo de San Francisco esa ciudad montañosa por la que deambulamos horas y horas, el mítico puente de San Francisco, mi amiga Amanda y el placer de encontrarte a gente querida por el camino. Nuestra llegada a Washington DC la capital del imperio yanki en la que se respira poderío por los cuatro costados. Boston, la ciudad más europea de todos los Estados Unidos en la que empezamos a sentirnos más cerca de casa y por último Nueva York, la Estatua de la Libertad, Central Park, Wall Street, la Zona Cero, Times Square, Brooklin, Harlem, Bronx, Chelsea…
Ha sido un placer…solo nos queda daros las gracias, gracias por apoyarnos, animaros y acompañarnos en esta aventura. Ha sido un placer escribiros, porque el camino se ha hecho más fácil sabiendo que estabais ahí siempre, disfrutando y viendo por una ventanita el mundo, ese mundo fascinante que nunca nos dejará de sorprender.
“Y luego, cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve.”
Donde el corazón te lleve. Susana Tamaro.